La Fórmula 1 cambia de escenario. De las opulentas y superlujosas calles singapurenses a la tierra en las escapatorias de Suzuka. De la espectacularidad del ultramoderno circuito urbano nocturno al clasicismo japonés. Del futuro al pasado. O al presente puro y duro: es hora de jugarse el mundial. Y Suzuka no admite mediocres. El ocho mágico que forma este trazado será clave en la resolución de esta apasionante temporada.
Volvemos al pasado
Retorcerse por las eses, verdadera serpiente de velocidad casi interminable. Pisar el acelerador a tope subiendo por Dunlop sin ver el horizonte. Trazar la cerrada horquilla ni demasiado despacio ni demasiado deprisa. Completar el amplio radio de Spoon pisando la línea blanca que delimita la pista. Ver a los contrincantes desde lo alto del puente. Desafiar a 130R olvidando su letal peligrosidad. Y llegar a la meta después de la gran frenada de la chicane. Suzuka es otra historia. Es un tobogán rápido y peligroso, emocionante y traicionero. Un 8 sobre el mapa, como un Scalextric a tamaño natural. Un buen lugar donde decidir el mundial. Ya no es una de las dos últimas citas del calendario, puesto que tradicionalmente tenía en el pasado, pero sigue decidiendo mundiales. Este año, con cinco pilotos a sólo veinticinco puntos entre ellos, volverá a ser una pieza clave en la resolución de esta novela de acción, intriga y riesgo. Hay que jugársela, y Suzuka decidirá quién enloquecerá al apasionado público japonés.
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